Botineras
La novela que cambió justo a tiempo. De comedia a policial.
En sus 150 capítulos, la tira de Teleocho, que terminó anoche, pasó de retratar el mundo de las chicas que cazan futbolistas a contar historias de crímenes y traiciones. Hablan sus protagonistas.
La sangre y los disparos le ganaron a los tacos y las gambetas: después de nueve meses de intrigas, pasiones y casi una decena de asesinatos, "Botineras" llegó anoche a su fin. La tira coproducida por Telefe junto a Underground y Endemol vivió una metamorfosis sobre la marcha, con cambios abruptos en su guión, y personajes controvertidos que, finalmente, lograron imponerse a fuerza de carácter. Su desenlace, lejos de la telenovela clásica, no regaló un final del todo feliz, decisión acorde con el tono que mostró la historia en estos meses.
Lo que empezó como una comedia que intentaba hacer foco en el mundo de las chicas ávidas por relacionarse con futbolistas exitosos, tuvo un viraje hacia la trama policial cuando la historia empezó a desdibujarse y perder el eje. "Con el golpe de timón salvamos las economías de varias familias", bromea Damián De Santo, uno de los protagonistas.
"Es difícil explicar un éxito. Supongo que el virazo al policial puso a la gente más en vilo".
El 24 de noviembre del año pasado arrancó la historia de 150 capítulos por la que pasaron más de 50 actores y que marcó en el último mes de emisión un promedio de 16,6 puntos de rating.
La historia se disparó con el personaje de Cristian "Chiqui" Flores (Nicolás Cabré), un Maradona versión 2010, regresando a la Argentina tras triunfar en el fútbol europeo.
La llegada del crack coincidía con la boda con su novia, Marga (Isabel Macedo). Pero la vuelta de Flores venía acompañada de un escándalo mediático: el asesinato de una figura del fútbol y principal rival del "Chiqui". Por ese crimen, el astro era el principal sospechoso. Para investigar el caso, una agente de policía, Laura Posse (Romina Gaetani) debía hacerse pasar por una voraz "botinera"para infiltrarse en el mundillo futbolístico y llegar al jugador y su entorno más íntimo.
Ese fue el recurso para mostrar, sin tapujos y con una cuota de humor, las historias de las aspirantes a estrellas, gracias a la cercanía con jugadores de fútbol dueños de abultadas cuentas bancarias. En ese marco, Florencia Peña interpretó a Giselle, la reina de las botineras, y ex pareja del manager de Flores, Tato Marín (Damián De Santo). Y fue la indicada para transformar a Laura en Mía con todos los tics que circulan en el imaginario popular. Finalmente la convirtió en una "botinera" dispuesta a seducir a Flores, pero, como de telenovela de se trata, hubo flechazo y amor entre ellos, por lo que la trama se complicó. Durante esa etapa, circularon los más disímiles personajes que, más tarde, con el giro que dio la historia, desaparecieron: Lola Berthet (como la asistente de Giselle), Diego Reinhold (un estilista), Emme y Jenny Williams (botineras con final trágico), Rodrigo Guirao Díaz (futbolista en ascenso), Maximiliano Ghione (ex marido de Laura), también víctima de los manejos turbios de Marín y de su mano derecha, el abogado Nino Paredes (Gonzalo Valenzuela). Esta criatura devino en uno de los puntos fuertes de la tira, mostrando un perfil sanguinario y violento. Como ocurre muchas veces, el villano Nino le dio a Valenzuela un gran lucimiento.
La historia romántica entre Chiqui y Laura tuvo su momento culminante el 25 de enero cuando hicieron el amor por primera vez. Pero el romance que, parecía, iba a ser uno de los imanes más fuertes del ciclo, se fue borroneando y cada personaje, con el correr de los capítulos, encontró nuevos amores.
A partir de marzo, la historia pegó un verdadero giro con el cambio de guionistas. De las manos de Alejandro Maci y Esther Feldman pasó a las de Guillermo Salmerón, el mismo de Vidas robadas. A su cargo, la historia se transformó en un policial duro, dejando en segundo plano algunas historias de amor y abandonando definitivamente el tono de comedia. El 12 de marzo, Giselle, a punto de irse del país y ya con una fuerte amistad con Laura, aparece asesinada. La intriga sobre el posible asesino fue uno de los grandes hilos conductores en los meses siguientes.
"Me encantó el desafío que implicó mi personaje. A Laura le pasó de todo; no me dio tiempo a aburrirme nunca", dice Gaetani. Su rol de policía la obligó a familiarizarse con las armas."Todo fue muy intenso y a pesar del ritmo de 12 horas diarias, me sentí muy contenida y eso me ayudó para no agotarme"." Con la historia policial en primer plano, la tira recurrió a nuevos personajes relacionados con esta veta.
Como fue el caso de Pablo Rago interpretando al inspector Javier Salgado, que llegó y complicó la cotidianeidad de la brigada encargada de investigar la muerte de Giselle, y también el corazón de Laura.
Uno de los ganchos más poderosos tuvo que ver con la historia de amor gay entre El "Flaco" Riveiro (Christian Sancho) y Lalo (Ezequiel Castaño). Si bien no era la primera vez que la ficción se metía entre las sábanas de una pareja homosexual, lo provocativo fue que esto sucediera en un ámbito tan históricamente homofóbico como el del fútbol.
"Lo curioso es que yo empecé grabando mi personaje con Diego Reinhold porque íbamos a tener una historia de amor. Y esas 15 ó 20 escenas nunca salieron al aire. Para mí fue como un piloto", advierte Sancho. "Agradezco el no haber quedado estereotipado. Seguramente en mi carrera hay un antes y un después del Flaco Riveiro".
La pasión nacida en un vestuario incluyó un encuentro secreto que sin ser explícito no escatimó en audacia. Tanto fue así que, en la vida real, la comunidad homosexual, convirtió al actor en uno de sus "voceros" más importantes entre los heterosexuales.
Otro de los condimentos de Botineras, fue la sangre de a litros. Unos diez homicidios se sucedieron a lo largo de la historia y, la mayoría, perpetrados por algunos de los protagonistas como el caso de Nino y Marga. "El giro a los dos meses, de comedia a policial, fue un acierto.
Encontró un registro que favoreció a muchos actores", analiza Sancho.
Así, algunos de los actores tuvieron que hacerse a la idea de su salida del elenco de un día para el otro.
Es el caso de Graciela Pal (Mirtha), cuya crimen marcó otro punto de inflexión en la trama.
Botineras también retrató con crudeza la violencia de los barrabravas y los manejos turbios de las dirigencias de turno, principalmente encarnados por el corrupto manager Tato Marín. Curiosamente, De Santo fue el que menos vio alterado su personaje con el cambio de guionistas. "Tato permaneció tal cual.
No cambió de cuerdas y pese a su modo de ser la gente en la calle lo quiso", opina el actor. "No fue un malo de culebrón, iba donde estaba el dinero. No fue ni malo ni bueno todo el tiempo, fue humano".
Esa ambigüedad de máscaras se repitió en cada rol. Guillermina Valdés, por ejemplo con su Lili, primero sufrida y después vengativa. Lo mismo que el comisario Arregui (Roberto Carnaghi), entre rudo y tierno.
Para los que se quedaron con ganas, hoy habrá bonus track: a las 22.30 hs., un especial conducido por Romina Gaetani y Mariano Peluffo mostrará perlitas de la tira. Un telón de humor después de tanta acción.
(clarin)
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